—Por la matanza de Erelas. Por traición. —Esa palabra les golpeó como un martillo—. Les ha dicho a los guardias que el resto de sus camaradas se moverán para deponer a Lord Éomund antes del amanecer. Que incluso nuestro Maestro de Espías de confianza se ha vuelto contra nosotros al servicio de una conspiración diabólica.

—Debemos ir con los guardias —dijo una heroína, atando su cota de malla—. Quizás podamos sacarle algunos detalles a este prisionero.

—Siento que el lazo se aprieta cada vez más —dijo Ealdwulf—. Los traidores están ahora dentro de los muros. Es mejor no demostrar que nos hemos dado cuenta de su duplicidad. Amigos míos: erradiquen esta traición o la Marca del Este seguramente se derrumbará desde adentro y, con ella, el alma de Rohan.

Con esto, los héroes se vistieron y se dirigieron a las tranquilas calles de Aldburg.

—Entonces, ¿vamos al cuartel? —dijo uno.

Al pasar por una taberna sórdida llamada “La Cola de Caballo”, captaron un susurro de una conversación silenciosa.

—¿Asesino? —dijo uno de los clientes—. ¿En Aldburg?

—Taberna o cuartel —dijo un héroe—. ¿Lanzamos una moneda?