La gran selva de Harad era distinta a cualquier bosque en el que se hubieran adentrado antes los héroes. La temperatura era alta, y el aire, húmedo. El sudor les corría por las piernas mientras avanzaban por la densa maleza. Había hojas de todo tipo de formas, y tan juntas que apenas podían ver a unos palmos de distancia, y el follaje de los árboles tapaba completamente el cielo, por lo que prácticamente no tenían forma de orientarse. Si hubieran tenido que deambular por el bosque solos, habría sido casi imposible que hubieran logrado salir de allí.